lunes, 20 de febrero de 2017

La inocencia de un niño:

Cuando se me cayó mi último diente llame corriendo a mi madre y se lo di para que se lo entregara al Ratoncito Pérez, ella fue al lugar "mágico" a llevarlo mientras yo me quedaba en el salón, pero de pronto sonó el teléfono y mi madre salió de la habitación donde estaba aquel lugar. Fui corriendo para ver si mi madre había colocado mi diente allí y encontré una caja que ponía mi nombre, al abrirla encontré todos mis dientes de leche, lloré tanto que mi madre tuvo que contarme la verdad.


La inocencia nunca se pierde siempre hay algo que capta la atención y hace creer en ello. Es cierto que donde más "palos" te llevas es cuando comienzas a hacerte mayor, descubres un día que los reyes magos no existen actualmente, quizás alguna vez si fueron reales, con este asunto una vez que te afirman que son los padres comienzas a darte cuenta y a pensar que como has podido ser tan ingenuo en creer que 3 hombres ya mayores podrían recorrer las casas de todos los niños del mundo y dejarles regalos. Otra rama de realidad se inyecta en ti cuando te afirman que el Ratoncito Pérez no existe, ni él ni su castillo de dientes. A medida que pasan los años ves la vida con otros ojos, con una madurez distinta y con otro juicio personal. Pero es por ello que la inocencia nunca muere, los padres alguna vez fueron también niños, que poco a poco fueron dándose cuenta de las "mentiras" que sus padre les contaban, pero sin embargo ellos en el futuro se las contarían a sus hijos y cada vez que un diente se le cayera se lo llevarían a lo famoso ratón, que en la noche del 5 de Enero 3 hombres mayores entrarían en su casa a dejarles regalos, que los bebes las cigüeñas precisamente nos los trae, que un beso es algo más que aquello que se ve en las películas... Nunca se deja de ser niño no de tener ilusión, y mucho menos inocencia, sin la inocencia el mundo estaría resuelto.

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